La rápida propagación de COVID-19 hizo que muchos servicios médicos y centros de salud pasaran rápidamente de la atención en persona a la atención virtual mediante una variedad de plataformas y métodos. A causa del confinamiento, la pandemia provocó un resurgimiento de la telemedicina, con más o menos aceptación en las distintas regiones de las Américas. Esta alternativa de atención tuvo también sus seguidores en el campo de la salud mental, y muchos profesionales pudieron ofrecer un servicio a distancia.
La palabra a distancia
Un estudio que midió este crecimiento en los Estados Unidos halló que las visitas virtuales para atender trastornos de salud mental y adicciones aumentó dramáticamente durante la pandemia. Este medio de atención antes representaba menos del 1% del total de las sesiones. En contraste, a principios de octubre de 2020, el 41% de estas visitas se realizaron a través de la telemedicina.
Como en todo modelo de atención, la telemedicina tiene sus seguidores y sus críticos. Los primeros consideran que la telemedicina es invaluable, especialmente en las terapias de salud mental, en donde la atención se basa en su mayor parte en el diálogo, en la palabra, y en donde no se requiere de un examen físico.
La American Psychiatric Association detalla los beneficios con claridad:
Lleva la sesión a la casa del paciente, en donde muchos se sienten más cómodos para hablar de temas profundos y personales.
Ayuda a integrar especialidades como la psiquiatría y la atención primaria (hay mayor interacción entre los doctores si comparten plataformas).
Reduce los retrasos en los tratamientos (hay más disponibilidad de citas para una sesión en línea).
Ayuda a la continuidad de la terapia (estudios muestran que hay buena adherencia a los tratamientos).
Reduce una serie de obstáculos que vuelven difícil la atención de salud mental como: viajes al consultorio, transporte, o cuidado infantil para poder asistir a una sesión, entre otros.
Reduce la barrera del estigma (a muchas personas no les gusta estar en salas de espera para sesiones de terapia o por adicciones, o que se conozca siquiera que asisten a estas terapias).
Terapia y atención virtual ¿acceso para todos?
El uso de la telemedicina en la atención médica general, y en la salud mental en particular, tiene ventajas y desventajas, pero, según expertos, hay un factor determinante que puede hacerla triunfar o fracasar: el acceso a internet. Internet es un componente fundamental de la vida moderna, y nunca ha sido más claro que durante la pandemia de COVID-19, donde la conectividad en línea demostró ser el sustento esencial para el teletrabajo, la educación a distancia, la telemedicina y las relaciones con familiares y amigos.
En los primeros meses de 2020, cuando la pandemia comenzaba a golpear en las Américas, el 32% de la población de Latinoamérica y el Caribe, alrededor de 244 millones de personas, no tenían acceso a internet. La conexión es mayor en las áreas urbanas de la región, en donde alcanza el 70%, pero las zonas rurales y remotas no tienen ningún tipo de acceso.
El “acceso digital”, que se define como la capacidad de un individuo para obtener herramientas como computadoras y teléfonos inteligentes, así como una conexión constante a Internet, tampoco es equitativo en Estados Unidos, y afecta a las comunidades de hispanos. La barrera del idioma es otro obstáculo para acceder a servicios médicos a través de la telemedicina.
La misma definición de telemedicina de la Organización Mundial de la Salud resume estos desafíos: “La prestación de servicios de salud, donde la distancia es un factor crítico, por parte de todos los profesionales de la salud que utilizan tecnologías de la información y la comunicación para el intercambio de información válida, para el diagnóstico, tratamiento y prevención de enfermedades y lesiones, investigación y evaluación, y para la continua educación de los proveedores de atención médica, todo con la meta de promover la salud de las personas y sus comunidades”.
En los Estados Unidos, la apertura de la telemedicina para la atención de salud mental a causa de la pandemia de COVID-19 tuvo el apoyo de la legislación a nivel federal y estatal, para poder expandir la práctica que en algunos estados estaba limitada, y también el acceso a pagos a los proveedores.
Además de la expansión de la conectividad para que realmente la opción de la telemedicina llegue a la mayor cantidad de personas, las cuestiones que todavía se debaten son, entre otras, la capacitación de los profesionales de la salud mental para llevar adelante las terapias en entornos distantes, y poder actuar ante las situaciones que esta dinámica pueda generar, y el alcance de la confidencialidad y seguridad del paciente en el espacio virtual.
Este impulso combinado de gobiernos y sistemas de salud pública también se necesita desesperadamente en Latinoamérica y el Caribe, en donde la atención de salud mental es otra enorme deuda pendiente.
La depresión sigue liderando la lista de trastornos de salud mental que afectan a los habitantes de la región. La depresión severa afecta al 12,5% de la población de la región, seguida del abuso o dependencia del alcohol con el 11,7%.
Pero los servicios, el personal y los recursos de salud mental siguen siendo escasos. En 2019, el presupuesto total de salud para los hospitales psiquiátricos en México, Centroamérica y el Caribe fue solo del 0,9%, y del 2,1% para Sudamérica, según la Organización Panamericana de la Salud. El apoyo a la inversión y a la tecnología de la telemedicina podría abrir un camino para comenzar a zanjar la brecha de atención de salud mental en la región.
La terapia en línea puede ser una herramienta poderosa para tratar la salud mental, especialmente durante momentos de estrés y aislamiento. Las personas no deberían tener miedo de intentar algo diferente.
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Artículo parcialmente modificado de: Pan American Life Insurance
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